El cambio climático ha dejado de ser ese tema de hippies y alarmistas, para convertirse en una realidad que amenaza el porvenir de las generaciones futuras. De hecho, son muchos los #Challenge que se viralizan en las redes sociales retándonos a aportar nuestro granito de arena para mitigar el cambio climático.

Aunque en los últimos años es realmente cuando la mayoría de la sociedad hemos tomado conciencia de los peligros que amenazan el equilibrio de la naturaleza, hace mucho tiempo que la comunidad científica se alarmó de la deriva destructiva de la sociedad consumista que hemos construido; y ya sabemos que sin recursos naturales nuestra existencia se vuelve bastante complicada. Por esta necesidad de cambio en nuestros hábitos, la UNESCO puso en marcha en la década de los 70 el Programa sobre el Hombre y la Biosfera (MAB, por sus siglas en inglés). El nombre lo dice todo, ya que se trata de un programa científico, en el que participan muchos gobiernos, que busca mejorar las relaciones entre las personas y el medioambiente. Este nuevo enfoque pone en el centro la conservación de la naturaleza, pero sin olvidarse del bienestar de las personas. La UNESCO encontró unos lugares perfectos para probar este experimento ¿adivináis cuáles son? Efectivamente, las Reservas de la Biosfera.

La visión de este programa es construir un mundo donde las personas sean conscientes de su futuro común y de su interacción con el planeta, y actúen colectiva y responsablemente para construir sociedades prósperas en armonía con la biosfera. Propone usar los conocimientos científicos para comprender mejor el medio ambiente y conseguir un mayor compromiso de los científicos para buscar formas más racionales de utilizar la biodiversidad biológica y los recursos naturales.

¿Qué es exactamente lo que busca este programa?

Una de las actividades que nos parecen más interesantes, son los proyectos piloto, donde se busca el equilibrio entre la responsabilidad de mantener y conservar la biodiversidad y la necesidad que todos tenemos de utilizar los recursos para tener una buena calidad de vida a nivel social y económico.

 

Y ¿Cómo funciona?

Como en todos los programas en los que participan muchos países y disciplinas distintas, es un poco lío entender su funcionamiento (al menos lo ha sido para nosotras).

La Secretaría del Programa MaB (“la madre”) está en la sede de la UNESCO en París, y su órgano de gobierno es el Consejo Internacional de Coordinación (CIC), compuesto por treinta y cuatro Miembros de Estado de los que integran la UNESCO. La mitad de los miembros del consejo se renueva cada dos años, durante la Conferencia General de la UNESCO.

Es por tanto un programa descentralizado, es decir, que cada país participante se ocupa del gobierno del programa de forma rotatoria; cada uno tiene que organizar una Comisión Nacional o Comité MaB para asesorar, coordinar y gestionar las acciones que se lleven a cabo dentro del programa. Por estos lares, el encargado de la coordinación del Programa MaB de la UNESCO es el Organismo Autónomo Parques Nacionales (OAPN), que depende del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente.

En definitiva, un super programa que debería de ser aplicado en todos lados, y conseguir por fin un modelo de vida asumible para todos, humanos y naturaleza. ¡Que no se diga que no somos capaces de entendernos!

 

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