Porque la aventura y descubrir nuevos sitios está en nuestro ADN, nos hemos lanzado a desvelaros algunos rincones secretos de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. Vale… quizás nos hemos venido arriba calificándolos como “secretos”, más que nada porque muchos serán bien conocidos para los vecinos de Urdaibai, pero seguro que en pocos blogs y webs se habla de ellos.
Además de lugares míticos como el Bosque Pintado de Oma, las hermosas playas de Urdaibai y algunos de sus pueblos más reconocibles, como Gernika, Bermeo, Mundaka… os animamos a salir del circuito habitual y descubrir algunos escondrijos deseosos de ser visitados. De entre muchos, hemos hecho una selección de 5. Quizá, para los que nos seguís, os parezcamos algo repetitivas por volver a hablar sobre alguno de ellos, pero ya veréis que contamos cositas nuevas ¡y así os mantenemos un poquito más pendientes de nuestro blog!
Lagaburu es un lugar para meditar, con un humilde banco pero con una de las mejores vistas hacia el mar Cantábrico que tiene Urdaibai. Cuando utilizamos la frase “una de las mejores”, no somos muy objetivas, lo sabemos, pero es que este rinconcito llama mucho la atención por su sencillez y su belleza. En una de las salidas a caballo que hicimos con Elantxobeko Zaldidxek, Joseba nos contó cómo desde allí se puede llegar a ver al atardecer a los delfines descansando y jugando. Mágico ¿Verdad?.
Esta puede ser una parada perfecta después de una caminata, donde parar a picar algo y, porqué no, ver esos espectaculares atardeceres que tenemos en Urdaibai. Y como casi todo en esta vida, lo bueno no es tan fácil de conseguir; para llegar a Lagaburu nos toca caminar, aunque no es un recorrido tan duro si nos decidimos por el tramo corto, que es en el que nos vamos a centrar. Para el largo, os dejamos aquí link de la llamada “Ruta hacia el mar”.
Vamos al lío. Para llegar allí sin mucho esfuerzo, tenéis que dejar el coche en el parking situado cerca del cementerio de Elantxobe y tomar el caminito que se encuentra al lado izquierdo del cementerio. Hay que seguir el camino asfaltado hasta llegar a una bifurcación y ahí seguir recto, por un camino de tierra, hasta encontrarnos de frente con un acantilado y con el mar. Sentaos, dejad de lado móviles y preocupaciones, y disfrutad de un rato de conexión con la naturaleza.
Este quizá sea el lugar que más nos ha sorprendido descubrir, de hecho, fue un hallazgo algo casual. Nuestra intención inicial era ir al Bosque Pintado de Oma, pero estaba cerrado, así que nos fuimos a andar por el precioso Valle de Oma. En ello estábamos, cuando vimos un cartel que señalaba un antiguo molino de agua llamado Bolunzulo. ¡Y qué molino! Un lugar precioso pintado de verde y que parece el escenario perfecto de un cuento de hadas.
No es el único molino del Valle de Oma, pero si os decimos que el río Oma, que abastecía al molino, se adentra en su totalidad por la montaña, seguro que vosotros también haríais caso omiso al resto de molinos. Eso sí, no os acerquéis demasiado al agujero, que a saber dónde termináis. Bueno sí, se sabe que el río Oma vuelve a desvelarse en la surgencia de Olalde, en Kortezubi, pero no creemos que el camino sea muy placentero.
La margen derecha de Urdaibai es como un queso gruyere, lleno de agujeros. Nos ponemos las gafas de geólogas (si algún geólogo nos lee por favor corregidnos) para contaros que esto pasa cuando el agua, durante miles de años, ha ido disolviendo la roca caliza, formando estos pasillos de intramuros. Todas estas galerías conforman el sistema Kárstico de Urdaibai y la verdad es que es un tema interesantísimo.
Esta parada no es un rincón puramente propio del paisaje de Urdaibai, pero es un lugar que nos ofrece unas vistas idóneas para cotillear el día a día de las aves, que paran en las marismas de Urdaibai para comer y descansar antes de continuar con su largo viaje migratorio. El observatorio de Orueta es una casetita de madera resguardada entre los árboles, donde los apasionados de las aves se esconden para observar todos los movimientos de pájaros como la espátula, garza real, martín pescador o al águila pescadora (si hay suerte).
Nosotras descubrimos este rincón después de la visita a Urdaibai Bird Center, y como nos gustó tanto eso de observar a las aves, nos animamos a contemplarlas desde otro punto de vista. Para nuestra suerte, había 3 espías expertos que nos explicaron cómo estaba anillada una espátula y cómo acababa de llegar otra especie (es pedir demasiado que nos acordemos de sus nombres).
Encontrar el observatorio no tiene pérdida. Solamente tenéis que dejar el edificio de Urdaibai Bird Center a vuestra derecha, y continuar el caminito que esta al lado del parking para visitantes; en menos de 5 minutos encontraréis la caseta de madera.
Estamos enamoradas de este puente, del río Golako y del sendero que podemos recorrer desde él para visitar uno de los robledales más extensos de Urdaibai y algunas sorpresas más.
Al lugar le rodea un aura mágica, quizá por estar rodeado de maleza salvaje, o puede que sea el rumor del agua el que nos embelesa, pero no hay duda de su atractivo. Para empezar, hablemos del Artzubi, un puente románico del siglo XVI por donde transcurre el tramo costero del camino de Santiago, a través de una calzada medieval; por eso no os sorprendáis si veis algún que otro mochilero. En su momento, escribimos sobre las curiosidades del este monumento arquitectónico, os dejamos link al post Artzubi, un puente de cuento en Urdaibai por si esta pequeña presentación se os queda corta.
En cuanto a lo que rodea al puente, os recomendamos realizar el sendero “Senda del Golako” y conocer el robledal Zarra, la casa torre de Montolan o la iglesia de Santo Tomás.
Si habéis hecho caso a nuestra recomendación de recorrer el sendero “Senda del Golako” pasaréis por un edificio comido por la vegetación. Os lo ponemos fácil, casi sin moveros del puente de Artzubi encontraréis uno de los testigos de la época pre-industrial de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. Primero ferrería y luego molino, Olazarra ahora es un edifico en ruinas con un sombrío encanto agudizado por el murmullo de una pequeña presa.
Su existencia se remonta al siglo XVII, hasta que las riadas de 1975, ya como molino, destruyeron todas las instalaciones. La ferrería se abastecía del hierro de los montes de Triano, en Somorrostro, y el mineral llegaba hasta Olazarra transportado primero en barcazas venaqueras por la desembocadura del río Oka, y luego por tierra a lomo de animales. La paciencia de otras épocas… esa que ya apenas existe ya para nosotros.
Y como cotilleo de prensa sensacionalista, aunque un poco obsoleta ¿Sabéis con qué otro famoso edificio está unida la ferrería? ¡Con el Castillo de Arteaga! Esto se debe a que Eugenia de Montijo, la última habitante famosa del castillo, fue la dueña de este y otros molinos de la Reserva y, si siguiéramos investigando, seguro que nos enteramos de que era suyo más de la mitad de Urdaibai. Sobre Olazarra podríamos contar mucho más, porque cuanto más leemos sobre la ferrería, más nos pica la curiosidad. Así que pronto (mejor no decir fechas) hablaremos con más conocimiento de causa sobre ella.
Esperemos que nuestra selección os guste, y nos encantaría conocer vuestra experiencia cuando visitéis estos rincones.
¿Tenéis algún lugar secreto que nos podáis desvelar (aunque deje de ser secreto)? ¡Contadnos en los comentarios! 😉