Es uno de los pocos museos que existen dedicado sólo al mundo de la pesca y a todo lo que la rodea. Esta en la Torre Ercilla, un edificio que veréis en todas las postales de Bermeo y que además es Monumento nacional.

La relación de las familias con la mar

Nada más entrar, a mano izquierda, llegaréis a una sala de proyecciones donde os recibirá un vídeo que servirá de introducción para todo lo que os espera en el museo. En él os enteraréis un poquito de la relación de este pueblo con la pesca y volverán a salir algunos protagonistas que ya vimos en el Museo Euskal Herria, como Juan Sebastián Elcano, Magallanes o Juan de Acurio, que comparten con los bermeanos ese espíritu que les hace estar ligados al mar.

0. El trabajo alrededor de la pesca

La planta baja está dedicada a todo lo que rodea la actividad de la pesca, porque una vez que los barcos llegaban a puerto, empezaba una gran cadena de trabajo que implicaba a muchísimas personas, no sólo a los pescadores.

Pero, ¿siempre fue éste un pueblo pesquero?

Bermeo se fundó en 1236 y, aunque suene sorprendente, fue cabeza de Bizkaia y el puerto más importante del Cantábrico. Según podemos leer en los paneles informativos, a partir del siglo XVII empezó a especializarse en la pesca y de esto vivieron (y viven) muchísimas personas en el pueblo. Un pequeño vídeo nos explica un poco más sobre la vida de estas familias en las que, como curiosidad, las mujeres llevaban las cuentas, además de trabajar. Los niños, cuando ya tenían edad para trabajar se convertían en “txos” y las niñas ayudaban a sus madres. Si os acercáis por Bermeo, oiréis mucho en boca de sus habitantes ese gracioso “txo”, que hoy en día se utiliza como coletilla “Pásame el vaso txo!” o “Txo! Qué haces todavía aquí!?”, pero que en aquella época se utilizaba para llamar a los jóvenes que trabajaban en los barcos y en el puerto.

Nos ha encantado que en este caso las mujeres sí hayan sido protagonistas y se haya dado visibilidad a su trabajo, porque sin ellas, la pesca no sería posible. Además de llevar la casa, la economía y, en definitiva, la familia; había una figura femenina muy importante que eran las sareginek (rederas). Un trabajo muy duro y poco conocido en el que se pegaban jornadas larguísimas cosiendo redes, ya hiciera frío o calor.

Y detrás de la tradición pesquera están las conserveras. En ellas se transforma el pescado en un producto que se puede vender en todo el mundo. Años atrás había muchísimas, que se repartían por todo el pueblo, y en ellas, las mujeres eran y son también una pieza principal ya que, con sus meticulosas manos, trabajan las anchoas hasta dejarlas limpísimas. En el museo podemos ver latas y carteles antiguos recordando conserveras que ya ni tan siquiera existen.

Para terminar, en esta planta hay un pequeño espacio dedicado al remo, donde podéis aprender cuáles son los puestos que hay en una trainera, cómo son las regatas o qué es una ciaboga.

1. La pesca

En la primera planta, un vídeo en horizontal nos explica una de las pescas más típicas de los bermeanos, que incluso sale en el escudo del pueblo: la caza de la ballena. Tan famosos eran los euskaldunes cazando ballenas, que los ingleses y los holandeses los tomaban de referencia, y no es para menos, porque en busca de las ballenas nuestros pescadores llegaron hasta Islandia, ¡e incluso hasta Terranova! ¿Y porqué tanta obsesión con las ballenas? Sobretodo porque del animal se aprovechaba todo: la carne, la piel, la grasa, las barbas, etc. así que, cuando llegaban a puerto, daban trabajo a mucha gente.

En esta planta también veréis los tipos de pesca que se utilizan (ardora, manjúa, a la luz, etc.) y maquetas de diferentes barcos.

2. La batalla de Matxitxako

La segunda planta está repartida entre una sala de reuniones y un pequeño espacio donde veréis de nuevo otro vídeo a nivel del suelo. En un principio, parece un vídeo inocente, como si fuese un cuento contado por una voz infantil pero, si prestáis atención, os daréis cuenta que está hablando de la Batalla de Matxitxako. ¿La conocéis?

Como no somos expertas en historia, os hacemos un resumen rápido y seguramente con poco rigor histórico, pero ahí va. En 1937, en plena guerra civil, dos barcos de mercancías con armas y pasajeros, tenían la intención de llegar a los puertos de Euskadi. Para protegerlos, como no había nada más, se le colocaron unos cañones a unos barcos bacaladeros y se convirtieron así en los famosos Bou Gipuzkoa, Bou Nabarra, Bou Bizkaia y Bou Donostia. En el otro bando, el de los nacionales, mandaron a fastidiar el asunto a un señor barco preparado para la guerra: el crucero Canarias. Imaginaos… cuatro barquitos contra un buque de guerra, pero esos barquitos eran euskaldunes y lucharon hasta el final contra el Canarias. Os dejamos aquí un enlace con más información y el final de la historia. Aunque no acabó bien, los nacionales alucinaron tanto con la valentía de los vascos, que pidieron a Franco que les indultara.

3. Una buhardilla itinerante

Desde la última planta del edificio, una sala dedicada a exposiciones y eventos, hay unas vistas preciosas del puerto con Izaro y Ogoño al fondo. Actualmente, y hasta el 3 de octubre de 2021, podéis visitar la exposición Acurio y Elkano 1519-1522 “vizcaínos” en la primera vuelta al mundo que trata sobre uno de los aspectos menos conocidos de la Expedición Magallanes-Elcano, esto es,  la presencia de vascos, especialmente vizcaínos en los puestos clave que hicieron posible la primera Vuelta al Mundo.


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  • Lunes cerrado, excepto último lunes de octubre y festivos
  • De martes a sábado: 10:00-14:00 / 16:00-19:00
  • Domingo: 10:00-14:00

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  • General: 2€
  • Gratis: los sábados y menores hasta los 12 años

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  • Visitas guiadas (cita previa) de martes a viernes
  • Talleres para familias
  • Tienda y biblioteca
  • Alquiler de espacios
  • Accesos adaptados

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